¿Una prenda de antaño?

Con esta entrega concluyen los comentarios a la Nota en cuestión sobre la investigadora e historiadora francesa, Christine Bard, quien escribió sobre el desarrollo a través del tiempo de una prenda de vestir que, durante siglos, significó el poder de género y que usada por la mujer se transformó en un símbolo en la lucha contra la discriminación y a favor de la igualdad. Sin embargo, el tema merece otros trabajos, que quedan pendientes y a mi cargo.
Chistine Bard, la investigadora francesa que desnudó muchas verdades en la lucha de género, desde la óptica de una prenda originariamente masculina, como es el pantalón, recuerda que la historia clásica de toda prenda pone de relieve tres funciones de la misma: el adorno, el pudor y la protección. Con el tiempo, esa historia sumó una cuarta función: la simbólica. En el caso del pantalón -afirma la autora-, seguir el hilo conductor de su evolución fue lo mismo que acompañar la evolución de un sexo, (el femenino) en el plano político.

A pesar de esos avances, alcanzados a lo largo del siglo XIX, el pantalón no logró sacarse de encima a sus acérrimos enemigos, como por ejemplo: La Iglesia, la que, históricamente obsesiva en cuanto a las apariencias, multiplicó sus condenas. El catolicismo practicante estigmatizaba las frivolidades, los trajes de playa y de deporte, el maquillaje, las joyas, los escotes impúdicos, los vestidos cortos de 1925, los brazos desnudos, las danzas modernas, el “mal” teatro y el “mal” cine, destaca Bard.
 “Está prohibido prohibir”, decían los muros de París en Mayo de 1968. Sin embrago, si bien la ordenanza napoleónica de 1800 había caído en el olvido, la prohibición del uso del pantalón femenino nunca fue derogada y sigue rigurosamente vigente en Francia.
Después de la rebelión estudiantil del 68, las jovencitas siguieron teniendo prohibido ir con pantalón al colegio secundario. Sólo estaba autorizado en los días de mucho frío.
Sin embargo, los esfuerzos por contener el progreso social del pantalón en manos, o mejor dicho, en piernas femeninas, fueron vanos y terminó por imponerse categóricamente. Por la senda que señala las tendencias de la Moda, alcanzó su lugar inclaudicable. Hoy, el mundo profesional lo acepta mucho más fácilmente aún cuando la falda sigue siendo casi obligatoria en ciertos actos públicos o sociales.


Todas esas batallas terminaron por demostrar que el combate político es también un combate cultural y hasta qué punto la conquista de una auténtica ciudadanía femenina exigía también -y antes que nada- una verdadera revolución de las apariencias

Fuentes:
Viernes 19 de noviembre de 2010 
http://www.lanacion.com.ar ( extenso artículo de la Corresponsal en Francia Luisa Corradini)


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