Misiones Jesuíticas II

 

Recordando mi viaje por la Mesopotamia argentina
Hoy, en la Provincia de Misiones

(Octubre de 2011)

La Mesopotamia fue considerada durante el siglo XIX como una región geográfica de la República Argentina, integrada por las provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos. Sin embargo, durante el siglo XX fue descartada como tal, conservando su carácter de agrupación histórica de las tres provincias, cuyo principal motivo de establecimiento fue que se encuentra delimitada por los ríos Paraná, Uruguay, Iguazú, San Antonio y Pepirí Guazú, lo que le otorgó características de unidad aislada respecto del resto del país hasta la construcción de las obras ferroviales de vinculación.

Su nombre, al igual que el de la clásica Mesopotamia del Oriente Medio significa “entre ríos.

Su territorio abarca 196 781 km², presentando fisonomías diversas que han sido agrupadas a los fines turísticos en dos corredores: el Corredor del río Paraná (al oeste) y el Corredor del río Uruguay (al este).

En la Argentina, ninguna otra región geográfica puede exhibir un número comparable de especies vegetales o animales. En su flora y fauna autóctonas se hallan más de 2000 especies conocidas de plantas vasculares, más de 402 especies de aves (la tercera parte del total de la Argentina) e innumerables insectos.

Treinta fueron los asentamientos en los que se desarrollaron Las Misiones Jesuíticas de los guaraníes. Quince se ubicaron en el territorio de la actual provincia de Misiones, en el NE argentino, siete se establecieron en el actual Estado de Río Grande do Sul, al SO de Brasil y ocho se afincaron en Paraguay, todas han sido declaradas, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984.


Las ruinas de San Ignacio Miní son las mejores conservadas. Esta reducción fue construida en el año 1632, conformando un verdadero pueblo con viviendas, iglesia y talleres.


Durante más de ciento cincuenta años, miles de guaraníes participaron en una notable experiencia dirigida por sacerdotes de la Compañía de Jesús.


A principios del siglo XVII, la población guaraní  había disminuido a la mitad. Una de las principales causas fue la serie de terribles epidemias llegadas desde Europa que mataron a miles de ellos, cuyos organismos no tenían defensas naturales contra esos males antes desconocidos en América: sarampión, gripe, varicela y viruela.




Luego de cincuenta años de sufrir éstas y otras enfermedades traídas por los conquistadores, malos tratos a mano de los encomenderos españoles y muertes en las guerras de resistencias contra los temidos bandeirantes, (cazadores de esclavos llegados desde San Pablo, Brasil), muchos grupos huyeron hacia zonas inaccesibles y otros se alejaron en busca de la Tierra Sin Mal.  Otros, – principalmente guaraníes – aceptaron la prédica de los religiosos jesuitas que los convertiría al cristianismo, con la consiguiente enseñanza de las costumbres  europeas.


Estas Misiones se instalaron en la selva y se mantuvieron con la agricultura y con el ganado que allí se criaba. La agricultura guaraní se enriqueció con nuevas plantas. Los guaraníes cultivaban tanto las parcelas de cada familia, denominada Abambaé (“propiedad del hombre”), como la Tupambaé(“propiedad de Dios”), destinadas a mantener el templo, los talleres  y los necesitados.



Para conseguir productos especiales como caballos, semillas o anzuelos, viajaban a Asunción, Santa Fe o Buenos Aires, donde los compraban o cambiaban por su yerba mate, que era muy solicitada por los habitantes de las ciudades y del campo.




Los jesuitas lograron que los guaraníes colaboraran, pero para eso respetaron muchas de sus costumbres, principalmente el idioma – que fue lengua oficial -. Ellos tuvieron que aprenderlo. En dos aspectos los religiosos se impusieron: no podían andar desnudos, ni tener más de una esposa. Esta última fue una de las condiciones más difíciles de aceptar, porque atentaba contra el tradicional sistema de alianzas de los caciques, que contaban con el apoyo de las familias de sus varias mujeres.


Testimonio










Cuando los jesuitas fueron expulsados por orden de la Corona española en 1767, parte de los guaraníes de las misiones cayeron en poder de amos españoles o criollos, otros se escaparon a la selva y muchos –ya bien acriollados- se instalaron en distintas zonas como campesinos independientes.


Maqueta en vitrina de cómo habría sido la Iglesia de San Ignacio Miní

Precioso ejemplar en el parque de las Ruinas

Otro típico de la zona misionera de hermosa madera



Una recomendación: Imperdible, el espectáculo de luz y sonido que se ofrece en San Ignacio, teniendo como fondo los restos en pie de la Misión. Realmente una belleza para disfrutar, entre imágenes, música e historia de como supuestamente los hechos ocurrieron. Una forma amena y didáctica de aprender. Eso sí hay que esperar a que se ponga el sol.

Fuentes:

Folletería, conocimiento personal, explicaciones de los guías.

Otras

http://www.oni.escuelas.edu.ar/

http://www.argentina.ar/_es/turismo/C1534-misiones-jesuiticas-guaranies.php

http://www.proyectoyobra.com/misiones.asp


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