Una síntesis necesaria I
Fotografía propia (2018) |
Se reconoce como día del origen de Alta Gracia el 8 de abril de 1588, momento del encuentro de las culturas aborigen y española en el Valle de Paravachasca, según la Carta orgánica municipal de 1999.
Se reconoce el
día 24 de septiembre, fecha de la festividad de la Virgen, Nuestra Señora de la
Merced, Patrona de esta comunidad.
Cuando se trata
de identificar a Alta Gracia, en todo tipo de grafía escrita o artística, la
Iglesia de Nuestra Sra. de la Merced, ha sido y es, el ícono distintivo.
Alta Gracia o Altagracia, como aparece en algunos textos de antaño, fue una gran estancia administrada por los hermanos de la Compañía de Jesús, desde mediados del siglo XVII, hasta su expulsión en 1767.
Unos quince años
después que Don Jerónimo Luis de Cabrera, cumpliendo instrucciones del Virrey
del Perú, fundara Córdoba de la nueva Andalucía, el 6 de julio de 1573, su
compañero de expedición, Don Juan Nieto, fiel colaborador como intérprete de la
lengua entre nativos y españoles, recibe en merced las tierras ubicadas a unos
37 Km. al S de aquélla, llamadas por los primitivos habitantes de la región:
Paravachasca.
Tal hecho quedó
registrado con fecha 8 de abril de 1588.
La región de
Paravachasca que en lengua aborigen significaba “Lugar con vegetación
enmarañada” o, según otras interpretaciones de la toponimia, "lluvias a
destiempo" es un amplio valle rodeado por sierras de no mucha altura, que
en forma de herradura lo enmarcan de NE a SE.
Así, Don Juan Nieto, se
convierte en el primer propietario de estas ricas tierras, en premio por sus
servicios en la empresa colonizadora de la Corona española.
No imaginaría aquél que, con el tiempo, quien resultaría ser el heredero de aquel lugar, Don Alonso Nieto de Herrera, habría de donarlo a la Orden religiosa de la Iglesia Católica, creada por el clérigo español, Ignacio de Loyola, conocida como “La Compañía de Jesús”, y con ello se desarrollaría en aquellas tierras un emprendimiento productivo, dedicado a la rama textil, agropecuaria y en especial al comercio de mulas.
Fotografía de Mirtha Liliana Tucci (Noviembre de 2013) |
No imaginaría aquél que, con el tiempo, quien resultaría ser el heredero de aquel lugar, Don Alonso Nieto de Herrera, habría de donarlo a la Orden religiosa de la Iglesia Católica, creada por el clérigo español, Ignacio de Loyola, conocida como “La Compañía de Jesús”, y con ello se desarrollaría en aquellas tierras un emprendimiento productivo, dedicado a la rama textil, agropecuaria y en especial al comercio de mulas.
Según la visión de Juan Kronfuss - Arquitectura colonial en Argentina |
Muchos años más
tarde, la Estancia de Alta Gracia, habría dejado atrás la construcciones en
adobe y contaría con un bello complejo de cal y piedra diseñado por arquitectos
de la Orden de la Compañía de Jesús con el mejor estilo barroco, integrado por
la Residencia, donde vivían los dos o tres hermanos jesuitas que la
administraban, el Obraje, donde se desarrollaba la actividad industrial,
destinado a la carpintería, y principalmente a la producción textil, el
Tajamar, un dique artificial utilizado para el riego de los cultivos y la
Iglesia, todas joyas arquitectónicas que aún se conservan en pie y han sido
declaradas Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.
Por último, cabe
destacar que también formaban parte de la unidad edilicia, la Ranchería y sus
sesenta cuartos para (casi trescientos) trabajadores (aborígenes y esclavos
negros), precarias construcciones, que ocupaban una manzana en diagonal y hacia
el S de la iglesia, de las cuales nada queda en la actualidad, sólo referencias
escritas.
En el siglo XVII,
Córdoba era capital de la Provincia Jesuítica del Paraguay. La misma comprendía
los actuales territorios de nuestro país, del Paraguay, Brasil, Uruguay, y
Bolivia. Esa inmensidad fue administrada con la inteligencia y el conocimiento
en todas las materias de los hermanos de la Compañía de Jesús, conformando una
red social, económica y cultural que convirtió a Córdoba en uno de los centros
de desarrollo más importantes de Sudamérica.
Dentro de esa
estructura surgieron las estancias de Caroya, Jesús María, Santa Catalina, Alta
Gracia, La Candelaria y San Ignacio de los Ejercicios (hoy en ruinas) que
solventaron con su producción económica los establecimientos educativos
fundados por los jesuitas en el ámbito urbano de Córdoba capital. La Estancia
de Alta Gracia fue uno de los centros rurales más prósperos que tenía como
objetivo el sostén del Colegio Máximo, luego primera Universidad del
territorio argentino y mantenía un fluido intercambio económico con las otras
estancias jesuíticas y con el circuito comercial andino a partir de la
comercialización de ganado mular.
(Continuará, el próximo jueves 5 de septiembre)
Conocer la historia de Mi ciudad nos hace sentir más comprometidos con ella
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