Corazones y corazones


Hoy, a manera de apretada síntesis y respecto de los secretos amores del héroe máximo de la Independencia sudamericana, Don José de San Martín, los que indudablemente debieron existir en la dura vida del soldado y estratega, y que es de suponer estuvieron cubiertos por el manto de la discreción como corresponde a quien, nunca llegó a comprometer ni su dignidad de jefe, ni su carrera, ni menos sus planes de guerra y liberación, se completará la lista de aquellas mujeres próximas al prócer durante su permanencia en el Perú.
Entre sus biógrafos, se acepta generalmente que San Martín vivió varios romances durante sus doce años de victorias y derrotas en las guerras americanas.



Fermina González Lobatón
La Expedición Libertadora procedente de Chile bajo el mando del General José de San Martín partió del Puerto de Valparaíso, chile el 20 de agosto de 1820 y desembarcó en la Bahía de Paracas, Pisco, Perú,  el 8 de septiembre del mismo año.
El Libertador  instaló su estado mayor en una antigua casona ubicada a menos de 50 metros de la plaza mayor. Allí trabajó y residió durante algunos días, definiendo la estrategia militar a seguir en suelo peruano y, también, vislumbrando lo que sería la primera bandera y el primer escudo del Perú independiente.
Más tarde, y con el propósito de llegar a Lima, San Martín estableció su cuartel general en Barranca, en la hacienda San Nicolás de Supe, cedida con tal fin por su dueña Fermina González Lobatón.


Varios historiadores peruanos sostienen que el General tuvo una fugaz relación y que de ella nació un hijo que fue bautizado con el nombre de Domingo de San Martín. Sin embargo Varios documentos nos demuestran que a mediados de 1821, cuando se produjo la llegada de las tropas libertadoras a la Ciudad de los Reyes, con el General San Martín a la cabeza, Fermina González Lobatón esperaba un hijo de su esposo Laos y Supe. Este vástago, nació el 23 de diciembre de ese año,  fue bautizado días después con el nombre de Domingo. Esto ratifica que no fue muy probable que tuviera alguna relación más íntima con el El Gral. San Martín
Éste proclamó en Lima la independencia del Perú el 28 de julio de 1821 y bajo su Protectorado se formó el primer Congreso Constituyente del país.




Rosa Campusano y Cornejo



Durante un año y medio la Ciudad de los Reyes (Lima) los vio juntos, a veces de la mano en alguna fiesta, pero muchas otras a escondidas, cuidando siempre las apariencias.

Silvia Puente, escritora argentina

En 1817, a sus 21 años, Rosa Campusano dejó su tierra natal, Guayaquil, Ecuador, cuando aún pertenecía al Virreinato del Perú, para viajar a Lima del brazo de su esposo, un español acaudalado que le doblaba la edad y la llenaba de lujos, y del que se separó al poco tiempo de casarse con él.
En su casa se realizaban grandes tertulias a las que concurrían funcionarios y militares realistas, pero también patriotas que apoyaban la revolución.

Según los miembros del Instituto Sanmartiniano del Perú, es en Lima donde se unió a la causa de la Independencia. Con ella, perdió su dinero, su tiempo y la llevó hasta la cárcel. Sin nada de lo que tuvo, buscó refugio en Huaura y le pidió ayuda al Protector del Perú. Desde entonces, Campusano no se despegó de él.

Las noches del 28 y 29 de julio de 1821 fueron días de fiesta para el Perú y de locura para ellos, dicen sus biógrafos. La hacienda de Mirones y el palacio virreinal fueron testigos de su pasión. Durante la vigencia de su Protectorado, San Martín conoció en Lima a una bella mujer de nombre Rosa Campusano y Cornejo, con quien según autores peruanos mantuvo un intenso romance.
Como cuenta la historia oficial, meses después el general se la llevaría a la casa campestre de La Magdalena. Aquel lugar, distante unos 15 km de la Capital, era el único espacio donde el discreto José de San Martín podría corresponder a Rosa Campusano.

San Martín asumió oficialmente el mando político y militar de los departamentos libres y el título de Protector, por decreto suyo del viernes 3 de agosto. El mismo renunció al cargo el viernes 20 de setiembre de 1822, fecha de la instalación del Congreso Constituyente que había convocado el 27 de diciembre del año anterior y el cual depositó el día siguiente en la flamante Junta Gubernativa los poderes devueltos por el General. 

El escritor José García Hamilton y la historiadora Patricia Pasquali dicen que Campusano era una mujer sensual, de ojos celestes, que arrebató de pasión al general, y por largos meses lo convirtió en un militar que adoró la pompa y desechó la austeridad. 

Rosa Campusano, tenía 25 años, cuando conoció al General y él 43.
Al llegar San Martín a la capital peruana, ambos entablaron una amistad que se transformó rápidamente en una apasionada relación. Aunque, según otros investigadores, la misma no trascendió públicamente. Todo terminó al marcharse el militar argentino de Lima, en setiembre de 1822. Existen pruebas fehacientes sobre esta relación entre Rosa y José. El escritor peruano Ricardo Palma, autor de Tradiciones peruanas, fue el primero en divulgar el amor de San Martín por Campusano, hija natural de un funcionario español, rico e importante productor de cacao. Amante de un general realista, la joven fue una excelente espía para las fuerzas libertadoras. 
Audaz, inteligente, había leído al filósofo ginebrino Juan Jacobo Rousseau, y le gustaban el teatro y la literatura.
Por su parte y en otro sentido, El general de brigada (R) Diego Alejandro Soria, quien fuera presidente del Instituto Sanmartiniano, relativiza estas versiones. "Rosa Campusano era una espía. ¿Dónde una mujer puede conseguir buena información?...", pregunta con cierta sorna. Sin decirlo, sugiere que Campusano era una mujer que iba de cama en cama. "San Martín, Protector del Perú, no se iba a exhibir con una persona de esta catadura", concluye Soria.







El Generalísimo llegó a Guayaquil, Ecuador, para entrevistarse con el Líder colombiano Gral. Don Simón Bolívar, en julio de 1822, buscando la colaboración de sus tropas. Durante su visita a esa ciudad, conoció a una importante dama patriota llamada Carmen Mirón y Alayón; se dice que tuvieron un breve pero fogoso romance. Decepcionado con la posibilidad de reducir a los realistas replegados en las montañas, El Protector del Perú se marchó a los pocos días, pero después de nueve meses, en abril de 1823, nació un niño, bautizado con el nombre de Joaquín Miguel de San Martín y Mirón.
Años después, este hijo del Protector se trasladó al Perú y posteriormente se casó con la limeña Isabel García Saldarriaga.
Joaquín e Isabel se casaron aproximadamente a mediados del siglo XIX.
Este matrimonio tuvo un hijo llamado Justo Vicente quien vio la luz el 19 de julio 1865  en Lima, Perú.
Esta familia continuó llevando el apellido San Martín y tuvo descendencia hasta mitad del siglo XX.


Las letras hablan de estas mujeres vinculadas al Gral. San Martín que indudablemente pasaron por su vida, ya que la Historia las registró. La intensidad mayor o menor de tales vínculos pudo haber tenido distintas tonalidades y sólo los personajes las conocieron, pero que existieron, existieron, más allá de las diferentes opiniones a que dieron lugar.


Algunas Fuentes:
*Mujeres tenían que ser. Historia de nuestras desobedientes, insurrectas, rebeldes y luchadoras. Desde los orígenes hasta 1930, de Felipe Pigna. Buenos Aires, Planeta. 2012.
*Romances turbulentos de la historia argentina, de Daniel Balmaceda. Buenos Aires, Norma, 2008; Diario íntimo de San Martín, de Rodolfo Terragno. Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
*Rosita Campusano, la mujer de San Martin en Lima, de Puente, Silvia, Ed. Sudamericana.
  




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