Promete cuidarte

Como comenté anteriormente, hace un tiempo que comencé a ver en la Red varias y distintas publicaciones sobre un texto atribuido al Dalai Lama.
Dicho texto se titula: “Los diez ladrones de tu energía” Decidí analizar estos consejos a la luz de sus varios comentaristas y de mi propio pensamiento.

Líder político y religioso del Tibet

Cumple tus promesas. Si no has cumplido, pregúntate por qué tienes resistencia. Siempre tienes derecho a cambiar de opinión, a disculparte, a compensar, a re-negociar y a ofrecer otra alternativa hacia una promesa no cumplida; aunque no como costumbre. La forma más fácil de evitar el no cumplir con algo que no quieres hacer, es decir NO desde el principio. 

Claro y contundente este consejo.

Éste, es el caso de esas situaciones que llenan nuestro día a día, en las que no nos animamos a decir No, entonces nos comprometemos con algo que no deseamos o no vamos a poder cumplir. El incumplimiento corroe nuestra energía y genera la culpa del incumplidor. Por eso nos sentimos mal y solemos no enfrentar el problema creado por nuestras propias razones: compromiso, temor a que te rechacen, cobardía y tantas otras como personas haya. 

A medida que pasa el tiempo, nuestra energía disminuye y la culpa y la preocupación aumentan.

Puede concluirse, que es conveniente para nuestra propia salud emocional y mental estar absolutamente convencidos de que podremos cumplir con aquello a lo que nos comprometemos a través de una promesa. Pensarlo dos veces no nos viene mal y si nos equivocamos una vez, tratemos de solucionarlo y repetir la acción. Recordemos que es de humanos tropezar dos veces con la misma piedra.




Elimina en lo posible y delega aquellas tareas que no prefieres hacer y dedica tu tiempo a hacer las que sí disfrutas.

Tal vez te resulte risueño este consejo. ¿A quién no le gusta hacer sólo las tareas preferidas? Claro, que hacer aquello que no nos gusta nos roba nuestra energía sin que nos demos cuenta, pero debemos reconocer que si bien no podemos librarnos muchas veces de la tarea fastidiosa, somos los suficientemente inteligentes, como para esquivarlas de vez en cuando y potenciar, las actividades que cumplimos con gusto y disciplina.

Podemos concluir que en lo posible no debemos hacer lo que no nos gusta, para no caer en el desánimo e indisciplina y en cambio, debemos dedicar más tiempo a hacer lo que nos gusta, todo equilibradamente, cosa que no es fácil.

Date permiso para descansar si estás en un momento que lo necesitas y date permiso para actuar si estás en un momento de oportunidad.

Da prioridad a tu salud, sin la maquinaria de tu cuerpo trabajando al máximo, no puedes hacer mucho. Tómate algunos descansos.

El ritmo de vida de los tiempos que vivimos no nos da tregua, y pocas veces hacemos un alto para recuperar la energía que se dispersa cuando no nos detenemos y nos exigimos al máximo. ¡Nuestra salud vale oro! ¡No dejemos que el exceso nos la robe!
Todo en su justo medio, como enseñaba Aristóteles. Tampoco debemos dejar de actuar cuando la ocasión se nos presenta y menos esquivar las responsabilidades diarias.

Si es que podemos elaborar una conclusión, ésta nos diría que deberíamos hacer un alto en el día a día para reacomodar nuestra energía vital, aunque se trate de pocos minutos. La pausa nos realimenta, nos coloca frente a la posibilidad de reflexión y contiene nuestras pasiones.  No es fácil. Pero podemos intentarlo.


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